jueves, 1 de marzo de 2012

"ESTAMOS DESESPERADOS" Martin Servelli


Consejos a los letristas de rock


Si vas a hacer la canción de un pato que viene cantando alegremente el estribillo tiene que decir cuac-cuac-cuac; no hay tu tía. Esto lo entendió Joao Gilberto cuando se terminaban los cincuenta pero ya lo sabían los pioneros del rock ‘n roll cuando coreaban shake rattle and roll, cuya mejor traducción es movete chiquita movete, sacate esa timidez. Nada de narración, las canciones no tienen que contar una historia, esa tiranía del referente que quede para los novelistas, y si hay que contar algo mejor mirarse el ombligo y contar cómo se hace la canción: la samba de una nota sola es un ejemplo perfecto, y su correlato punk, notes and chords mean nothing to me (no me importa si mis manos están en el traste correcto), de los Red Kross. Llueve lluvia, dice Jorge Ben en ese disco absoluto que es samba esquema nuevo. Cómo se puede decir mejor: llueve lluvia. Ahí mismo está esa otra canción que dice tim tim tim hace el tamborín, tim dom hace el guitarrón, que entre nuestra pobreza meridiana, donde las letras hablan de un diablo que te encontrás en la esquina y te ofrece un porro, cabría nada más que en un repertorio infantil (junto al Pato Carret que cantaba en Patolandia vamos a formar una orquestita con maderitas, en perfecta sincronía con los creadores de la bossa). Se puede contar la historia del rock 'n roll en una canción, como Muddy Waters: el blues quedó embarazado y al bebé le pusieron rock and roll, ninguna otra explicación, es así, porque lo dicen James Brown, Ray Charles, John Lee Hooker y Ottis Reading. El viejo recurso a las citas de autoridad. Andá a contradecirlo. Mejor el grito primigenio, ninguna concesión a lo figurativo: gabba gabba hey, be bop a lula, pi pa pu pa pa pi pi pa piui, ob-la-di ob-la-da.

EDITORIAL ARTEXTO




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