jueves, 9 de febrero de 2012

MANIFIESTO ESCOMBROS


Primer Manifiesto / año 1989
La Estética de lo Roto

PRÓLOGO

El primer manifiesto de Escombros, escrito y publicado en 1989, fue el resultado de dos necesidades: explicar el por qué de nuestra estética y fijar la posición del Grupo frente a la situación social, política y económica que vivía el país en ese momento. La hiperinflación y sus secuelas, inevitablemente dramáticas, parecían anunciar el apocalipsis de la democracia recuperada a tan alto costo.

En ese país caótico, donde la realidad se armaba y desarmaba al ritmo vertiginoso de un caleidoscopio, los integrantes del Grupo hicieron una elección que, en muchos aspectos, no fue modificada hasta el día de hoy. Se eligió para exponer, un no-lugar. Es decir, un lugar absolutamente ajeno a cualquier expresión artística (las primeras exposiciones se realizan debajo de una autopista, en una cantera); nuestros cuerpos fueron la materia de las obras porque era el único material que no necesitábamos comprar; sólo usamos el blanco y el negro por la intensidad dramática que exigía el contenido de esas obras; las pancartas fueron el soporte de las fotografías que mostraban nuestras performances, porque a través de ellas la gente expresa sus necesidades y conflictos; se decidió que cada vez que se invitaba a exponer junto al grupo, jamás se le pediría su currículum porque todo ser humano, sin excepción, tiene derecho a expresarse.

Estas ideas fueron puestas en práctica antes de ser publicadas.Las muestras Pancartas I y II las expresaron de manera contundente. Eso fue posible porque conformaron, desde el inicio, el credo de Escombros. Lo que siguió de ahí en más, fue la dura lucha por sobrevivir como grupo humano y artístico. nos caímos muchas veces, pero siempre nos levantamos. Como esta Argentina tan desdichada y tan amada.

LA ESTÉTICA DE LO ROTO

La tortura rompe el cuerpo; la explotación irracional de la naturaleza rompe el equilibrio ecológico; la desocupación, el hambre y la imposibilidad de progresar, rompen la voluntad de vivir, el miedo a la liberta rompe la posibilidad de cambio; el escepticismo rompe la fe en el futuro; la indiferencia de los poderosos rompe la dignidad de los que no lo son; el individualismo salvaje rompe todo proyecto de unidad. En esta sociedad despedazada nace la estética de lo roto: Escombros.



Somos la estética de la violencia expresiva. Una estética que se basa en la forma rota (el cuerpo crispado); la forma inerme (el cuerpo desnudo); la forma oculta (el rostro velado); el no-color (uso excluyente del blanco y negro).


Somos la ética de la desobediencia. Una ética que se opone a la indiferencia y a la resignación. No aceptamos orden establecido, porque ese orden es injusto.


Somos un grupo abierto y horizontal. La cantidad de nuestros integrantes no es fija ni tiene límites. Todos, sin excepción, tenemos derecho a opinar y decidir. Escombros, nace, muere y renace constantemente.


El lugar donde se concretan nuestras obras es la calle: allí está la realidad sin disfraces ni condicionamientos.
En el desamparo absoluto que vive el hombre de hoy, en sus necesidades sin solución, en sus preguntas sin respuestas, está el origen de nuestras obras.


El material de nuestras obras somos nosotros mismos. Material inestable y de comportamiento imprevisible porque, a diferencia del óleo y el mármol, piensa y siente.


Sostenemos a la solidaridad como el máximo valor. La mejor prueba de esto es nuestra existencia. Estamos en la calle porque nuestros amigos lo hacen posible.


En Pancartas I (debajo de una autopista de Buenos Aires) y en Pancartas II (en una cantera del Gran La Plata) elegimos a la pancarta como soporte de nuestras obras, porque en ellas, como en las paredes, el hombre de hoy expresa su conflicto con el poder.


Una plaza, una fábrica abandonada, una playa de estacionamiento, una esquina cualquiera, es nuestra galería de arte. Ocupamos todo espacio que la desidia, el capricho o el simple afán de destrucción, quitó a la ciudad para entregarlo a la nada. La ciudad es nuestra galería de arte.


El 27 de mayo de 1989 fundamos en las ruinas de una calera nuestro Centro Cultural. una institución donde ningún artista necesitó presentar el curriculum para ser parte de ella. Donde la única tarjeta de presentación fue la voluntad de crear, la capacidad de imaginar y la decisión de ejercer la libertad. Una institución que nació y murió ese mismo día.


Como los ecologistas resucitan mares y ríos, reconstruimos lo roto, reparamos lo violado, devolvemos lo saqueado. Construimos entre los deshechos, con los deshechos. Somos artista de lo que queda.


A la economía dineraria le oponemos la economía solidaria.


Nuestra tabla de valores: la solidaridad; la libertad; la verdad; el trabajo; la imaginación; el futuro; la voluntad; el coraje; la dignidad; la justicia.


Como la sociedad a la que pertenecemos, avanzamos sin saber qué nos espera mañana. En medio de todas las dudas posibles tenemos una sola certeza: Escombros existe para exorcizar el miedo. En el mundo de hoy, ese es el sentido de arte.


El arte no es una teoría: es un acto de libertad.


El arte no se compra ni se vende. Admitir que la obra de arte es una mercancía, es admitir que el hombre es un objeto de compra-venta. El arte se hace y se comparte. Toda actitud mercantilista es una forma de corrupción. 


El arte no es un negocio: es una forma de vida.


Hay un nexo que une a un partido de fútbol, un baile popular, una exposición de arte, un acto político y un festival de rock: ese nexo es la gente. Toda obra de arte que no involucra el concepto de participación es un mero objeto. Su valor cultural, sea cual fuere su valor comercial, es nulo.


Movilizar es crear.


La obra de arte, como el café instantáneo y las jeringas descartables, se hace, se usa y se tira. No es un objeto, sino una actitud: el arte es una manera apasionada de vivir.


En arte, el cambio es lo permanente; la fugacidad lo absoluto.
Al pasado pertenece la obra de arte hecha “para siempre” y calificada como mercadería. Al presente pertenece la obra de arte efímera y que por su misma naturaleza está fuera del mercado. El pasado está muerto y su destino es convertirse en polvo. El presente está vivo y su destino, como el de la vida, es crecer, reproducirse e imponerse.


Toda obra de arte es un relato de guerra: la que libra, sin cuartel, la libertad frente a la represión.


El artista es el amplificador de la conciencia colectiva. La obra de arte revela lo que el poder oculta y dice lo que la sociedad calla.


El Poder es siempre una estructura represiva, sea cual fuere su signo ideológico.


El sueño del Poder es congelar la historia. El artista alerta a la conciencia colectiva cada vez que cae prisionera de ese sueño. El artista no cambia al mundo: lo mantiene despierto. Se inserta en él como la espina en la carne: le produce dolor para señalarle la existencia de la enfermedad. Esa enfermedad es el silencio.


El Poder quiere un mundo de ciegos, sordos y mudos. Quien ve, oye y habla, puede llegar a pronunciar la palabra que más teme: BASTA.


El arte es el espejo de la sociedad que lo genera. Ese espejo ha sido, es y será roto y velado. El Poder no soporta la imagen de la verdad. La verdad es creadora de conciencia y la conciencia es la antesala de la libertad.


El artista está en el mundo para romper el orden establecido. De esa ruptura surgirá un nuevo orden que volverá a romper. Así hasta el infinito.
El artista es el guardián de la vida. fuente de todos los valores.
Animar lo deprimido; unir lo separado; eliminar toda frontera; reemplazar el “yo” por el “nosotros”; recuperar lo perdido; resucitar lo muerto; hacer real lo abstracto; volver lógico lo irracional; liberar lo sometido; hacer posible lo imposible. Ese es el rol del artista.

La única riqueza del artista es la posesión del instante.


El artista de hoy es un sobreviviente. Lo que sobrevivió de una cultura que fue reducida a escombros. Entre esos escombros trabaja y en medio de ellos construye el futuro. ¿Qué forma tendrá el nuevo edificio? No lo sabe. El arte experimental es, precisamente, eso: un experimento. Imposible preveer el resultado.


No importa nuestra edad ni el lugar donde hayamos nacido. No importa si nuestra obra es incipiente o el fruto de la madurez. No importa, siquiera, nuestro mayor o menor grado de conciencia. Todos los artistas sin excepción, sabiéndolo o no, estamos tocando una sinfonía de una sola nota: la culminación del mundo que conocemos.


Ser artista hoy, es emprender la tarea demoledora de reescribir el Apocalipsis.


El artista es un exorcista. Expulsa del cuerpo social a la muerte y sus cómplices: la depresión; la indiferencia; el desprecio por el otro; el sentimiento de inutilidad; la fascinación de la nada.


No basta con demoler el edificio. Hay que arrancar sus cimientos.

En ese abismo el artista comienza a construir su obra. Ayer se construía sobre piedra. hoy debemos ser capaces de hacerlo sobre el vacío.


La contradicción es la condición del artista.


El mundo es un abismo y el artista crea mientras cae. El vértigo es la condición humana.


Todo ser humano es, en potencia, un artista. Alguien capaz de expresar lo que piensa y siente. Alguien capaz de utilizar como herramientas la imaginación y la sensibilidad. Alguien capaz de pelear por estos ideales: la búsqueda de la verdad y la defensa de la libertad.


Sólo los soñadores son capaces de modificar la realidad. Los otros, los que creen que dos más dos es solamente cuatro, la reducen y simplifican hasta convertirla en una ruina.


No hay reglas, no hay señales, no hay límites, no hay certezas. Esta es la realidad y es lo que expresamos: la forma de un mundo que carece de forma.


Hay un solo proyecto cultural posible: la supervivencia.


No hay que tener miedo.


Grupo Escombros / www.grupoescombros.com.ar / info@grupoescombros.com.ar

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