lunes, 16 de mayo de 2011

TEATRO

¿Querés hacer el favor de callarte, por favor?
                                                                                 Will you please Be quiet, please?
                                      Sobre textos deRaymond Carver.

Teatro Andamio 90, Paraná 660, CABA; Domingos 21:15 hs.
Adaptación dramatúrgica y dirección: Lisandro Panelas.
Asistente de dirección: Belén Sosa.
Asistente de producción: Julio Rosenberg.
Escenografía: Cecilia Figueredo.
 Por Jesica Guarrina
¿Querés hacer el favor de callarte, por favor? … Ese parlamento fue disparado por una fuerte voz masculina, tan sólo una vez, casi hacia el final del espectáculo, y no sé porqué razón, quedó rebotando en mi cabeza durante algún tiempo. Aparentemente es un alarido desesperado que pide ocultar la verdad. Verdades; las propias. Todas ellas, no importa cuál. Acaso un insostenible grito de ayuda por mantener escondido aquello que ya sabemos. Acaso la ejemplificación verbal de una vida entre mareas de mentiras justificadas y destinadas a permanecer tapadas bajo el barro oscuro. No. La frase, y la obra, basada en la publicación de 1976 del escritor norteamericano Raymond Carver, resulta ser, todavía, algo más que esto.
Tres historias se desenvuelven en torno a varios espacios claramente delimitados y simultáneamente, interconectados: la cama matrimonial en la que Jack (Manuel Vignau) e Iris (Lorena Barutta) se desvelan hablando sobre posibles enfermedades fulminantes; la sala de estar, con esa mesita de teléfono que sonó en los instantes celosamente cuidados por el director y en dónde Marian (Lucila Garay) y Ralph (Nicolás Ortiz de Elguea) se confiesan dolorosas historias tan ilusoriamente arcaicas como la noche de los tiempos; el gran ventanal de fondo que da a la balaustrada del patio trasero, esa en la que ella (Cecile Caillon) solía esperar al hombre (Daniel Begino) que se fue una vez para no volver. Espacios compartidos; metáfora de ideas y pensamientos fabulosos que también se comparten. Imagen de caminos sin finales y sin comienzos; sólo de entramados de senderos de vida perfectamente sincronizados que nos demuestran, una y otra vez, la inmensa finitud de nuestros míseros cuerpos y mentes, perdidos como árboles en el bosque espeso. ¿Dónde termina y dónde comienza nuestra historia? ¿En el camino de regreso a casa luego de la fiesta, años atrás? ¿En el crudo abandono de Richard Black a su esposa, mientras pretende lucir su nombre mediante unos tontos artículos de divulgación? Por extensión, ¿dónde damos inicio a nuestra propia historia individual y dónde, a la historia del hombre en general?
Y finalmente, una importante cuestión que todo espectador podría preguntarse, a fin de que la obra no resulte ser solo una simpleconexión semiológica de ámbitos físicos dispuestos sobre el escenario… ¿en qué momento fugaz, las tres historias parecen combinarse en una única línea narrativa? ¿En qué instante de este pequeño, pero complejo recorte teatral, la obra parece mover sus piezas internas y llegar a una resolución conjunta de los personajes? Podríamos preguntarnos de antemano si tal resolución existió, claro. Pero más allá de ello, el espectáculo, mezcla de humor extraño y drama de la más dolorosa cepa, encarnados en logradas actuaciones; hace reflexionar acerca de la vida real… ojalá seamos capaces de cerrar y abrir microhistorias dentro de esa infinita red de relaciones sociales y emocionales que nos invade desde el primer minuto de nuestra existencia en el planeta. Ojalá la vida se arreglara pidiendo, tan sólo, que los demás se callen.

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