“El principal consejo que le
dio Fidel –o el que Morales recuerda como más importante- fue en La Habana, en
2003: ‘No hagan lo que nosotros hemos hecho: hagan una revolución democrática.
Estamos en otros tiempo y los pueblos quieren transformaciones profundas sin
guerras’.”1
¿QUÉ TAN REVOLUCIONARIA, QUE TAN DEMOCRÁTICA?
Bolivia vive hoy día una verdadera
revolución democrática. Sólo si se entiende el proceso en marcha en estos
términos se puede explicar la fenomenal reacción de los eternos grupos de
elite. Grupos que camuflan sus verdaderos objetivos, que son retener sus
antiguos privilegios, en el antiguo reclamo de las autonomías regionales.
Adolfo Gilly lo explica el cariz de esta experiencia de la siguiente manera:
“El vicepresidente Álvaro García Linera ha dicho que lo que está en curso es
‘una ampliación de élites, una ampliación de derechos y una redistribución de
la riqueza. Esto, en Bolivia, es una revolución’ (…) Pero lo que está
ocurriendo es algo mucho más profundo (…) Es un cuestionamiento de los
sustentos mismos de la dominación histórica de esas élites, viejas y nuevas.
Viene de muy abajo, lo mueve una furia antigua (…)”2.
Y podemos afirmar que la revolución
es democrática no sólo porque el gobierno de Morales accedió al poder y se
mantiene en él a través de elecciones limpias (en la última elección obtuvo el
67 por ciento de los votos) sino porque se diferencia de varias experiencias
populares en Latinoamérica que han surgido desde la propia esfera del Estado,
esto es con el acceso desde fuera del sistema político de un líder que construye una
estructura de apoyo popular como consecuencia de una política de ampliación de
derechos sociales (a partir del manejo de los recursos estatales). En
contraste, el proceso boliviano se inició con el surgimiento y la consolidación
de innumerables organizaciones sociales, fundamentalmente campesinas, en su
lucha contra el modelo neoliberal implantado en el país desde los años ochenta,
proceso que entra en su fase de máxima ebullición durante el último gobierno de
Gonzalo Sánchez de Lozada (2002-2003) con las célebres ‘Guerra del Agua’ y
‘Guerra del Gas’. Es un movimiento que excede a Evo Morales, más allá del papel
que cumple el presidente como conductor y canalizador de demandas. El
periodista Martín Sivak lo grafica claramente: “En definitiva, la Guerra del
gas tumbó a Sánchez de Lozada, detuvo su exportación e instaló la agenda de
Octubre que clamaba por la nacionalización del gas y una asamblea constituyente
que refundara el país. (…) Evo salió triunfante. Pero él no dirigió el
levantamiento. No fue el General de la Guerra del Gas, sino uno de los
oficiales de un archipiélago de organizaciones y movimientos. Como en la Guerra
del Agua, la multitud lo había rebasado”3.
Como señala Sivak la revolución
nació con la fuerza de dos demandas fundamentales que emanaron desde los
sectores más relegados del pueblo boliviano: la nacionalización de los recursos
naturales privatizados durante la era neoliberal y el llamado a una Asamblea
Constituyente que refundara la nación sobre nuevas bases, incorporando a
aquellas mayorías excluidas en su primera fundación (1825). Stefanoni y Do Alto
en un libro muy didáctico sobre la revolución en Bolivia desgranan el A.D.N de
esta experiencia sin parangón: “Hoy este movimiento sui generis plantea una
experiencia novedosa de articulación de lo político y los social, que se
propone una tarea nada sencilla: dejar atrás tanto una historia larga marcada
por el colonialismo y la exclusión de las mayorías nacionales indígenas como
una historia corta definida por la dogmática aplicación del modelo neoliberal,
una de cuyas consecuencias fue la privatización de las empresas estatales (bajo
la modalidad boliviana de la capitalización) y la pérdida de la soberanía
estatal sobre los recursos naturales, fundamentalmente el gas y el petróleo.
Se propone así, por la vía
electoral, una reconfiguración radical del bloque sociopolítico en el poder,
cuyo desafío es transformar la mayoría electoral en una nueva hegemonía
indígena-popular (…).”4
LOS NÚMEROS DE LA REVOLUCIÓN
El gobierno del Movimiento al
Socialismo (M.A.S) ya ha cumplido con una de sus principales promesas de
campaña, la nacionalización de los hidrocarburos que se hallan en abundantes
cantidades en el generoso subsuelo boliviano. Sin duda, esta medida fue la que
causó mayor revuelo en los países extranjeros. Sobre todo en España y Brasil
que a través de Repsol y Petrobras, respectivamente, tienen fuertes intereses
en el rubro, pero también en Argentina que depende del gas boliviano para su
abastecimiento interno, y por supuesto en Estados Unidos que no deseaba que se
concretara una decisión que era vista como un mal ejemplo para el resto de la
región. La nacionalización fue un verdadero éxito no sólo porque generó un
fuerte aumento en los ingresos fiscales del Estado sino porque ninguna de las
empresas se fue del país. Sivak da detalles: “Los contratos a veinte o treinta
años implicaban un aumento significativo de los tributos. En los hechos
Bolivia, según datos oficiales, pasaba de percibir por ingresos de gas y
petróleo173 millones en 2002 a 1299 millones en 2006. (…) A pesar de las
amenazas de que se irían del país, las empresas se quedaron porque el aumento
considerable de impuestos no les impedía seguir obteniendo grandes beneficios.
Se trató de un caso testigo.”5
Y ese repentino flujo de dinero se
tradujo en una amplia política social, inédita en la historia de Bolivia, que
busca proteger a los sectores más vulnerables de la sociedad. Medidas como la
distribución del bono escolar Juancito Pinto, por el cual 1 millón 800 mil
alumnos perciben 200 bolivianos anuales (28 dólares) para frenar la deserción,
y el otorgamiento de la renta Dignidad, de hasta 3 mil bolivianos (425
dólares), que reciben 570 mil mayores de 60 años, y que se financia con el
Impuesto Directo a los Hidrocarburos (I.D.H.), son parte de esta nueva política
de transferencia de recursos en beneficio de los pobres de Bolivia. Vaya
paradoja, la quita del 30 por ciento del I.D.H a las prefecturas para financiar
la Renta Dignidad fue el motivo que desencadenó la última insurrección autonomista.
El periodista uruguayo Raúl Zibechi
agrega algunas otras medidas que en el marco del avance de la intervención del
Estado en la economía significaron mayores ingresos fiscales: “Según García
Linera, la participación del Estado en la economía pasó de 13 a 22 por ciento
en estos 30 meses; en cuanto a la renta petrolera, el Estado pasó de controlar
27 por ciento a 75 por ciento (…). En el área de minería, tercer núcleo de
poder, el Estado pasó a controlar 55 por ciento de las ganancias (luego de la
aprobación de la ley de impuestos y gravámenes mineros) frente a sólo 20 por
ciento que recibía antes. (…) Aún sin nacionalizaciones confiscatorias, los
cambios son notables. (…) En el área de ganadería y agroindustria, el Estado
dejó de transferir a los grandes productores 150 millones de dólares anuales en
infraestructura y apoyo técnico, para abrir un programa de apoyo a pequeños y
medianos productores de arroz, trigo, maíz y soya. Comenzó a intervenir en el
mercado soyero, comprando a pequeños productores, a los que paga precios
superiores a los del mercado. (…) De los cuatro principales sectores, el único
donde el Estado no interviene es la banca.”6 Y para envidia de los soldados de
la ortodoxia neoliberal, muchos de los cuales gobernaron Bolivia durante los
últimos veinticinco años, este gobierno de izquierda fue el primero en revertir
el déficit fiscal crónico de las finanzas estatales para convertirlo en
superávit durante cada año de su gestión. Zibechi agrega: “Las reservas
internacionales pasaron de mil 700 millones de dólares antes de Evo, a los 7
mil millones actuales y a fin de este año las exportaciones se habrán
multiplicado por cinco (…).”7
LOS CONTRA-REVOLUCIONARIOS.
La fenomenal reacción de los grupos
de elite en los departamentos de la media luna oriental a las políticas y al
liderazgo de Evo Morales que ha incluido el uso explicito de la violencia (con
su corolario en la masacre de campesinos con sus mujeres e hijos en la ciudad
de El Porvenir, en Pando) ha sido abordada desde diferentes interpretaciones.
Quizás ninguna alcance a explicarlo todo pero cada una de ellas aporta en la
difícil tarea de desentrañar un proceso complejo, de larga data y con
demasiados intereses en juego. Estas explicaciones van desde lo racial, pasando
por lo ideológico-político hasta llegar a lo puramente económico.
El periodista Santiago
O’Donnell hace hincapié en el sustrato político de la violencia de la oposición
conservadora: “El problema principal que tienen los autonomistas es la
creciente popularidad de Evo Morales (…) Su única esperanza es que Morales
muerda el anzuelo y desate una represión feroz que los ponga en el lugar de
víctimas, para así justificar su insurrección. Pero hasta ahora Morales ha
hecho prevalecer su paciencia aymara, su muñeca de gremialista y su visión de
estadista, prefiriendo mostrarse débil antes que entrar en la espiral de
violencia. (…) Pero en un punto Morales es prisionero de su propio éxito.
Cuanto más avanza con sus reformas, más crece su popularidad. Cuanto más crece
su popularidad, más se aísla la oposición autonomista. Cuanto más se aísla la
oposición, más arriesga. Perdida por perdida, sale a quemar las naves. El
objetivo ya no es imponer el programa propio sino incendiar el proyecto del
gobierno en un acto de destrucción mutua.”8 Su colega Sandra Russo combina los
argumentos raciales y económicos en una reflexión contundente: “El desprecio
sin fondo que los bolivianos blancos sienten por los collas y por las
diferentes etnias originarias del país es una herramienta política que tiene
como objetivo y presa el capital. En ese sentido, no hay desprecio histórico
sin botín en el medio. (…). El racismo, en fin, es apenas un instrumento
económico. Pero sostenerlo, sentirlo, experimentarlo, demanda una preparación
de siglos que permanece intacta. (…) ¿La democracia? Una excusa reemplazable
por alguna otra forma de gobierno que deje cada cosa en su lugar.”9
La socióloga boliviana Ximena Soruco
recurre a la historia para iluminar los acontecimientos de la coyuntura: “El
conflicto actual desnuda el fundamento del Estado en Bolivia: su colonialismo.
Una elite tradicional criolla, hoy arrinconada en el oriente, que piensa el
territorio nacional como su hacienda, con mano de obra indígena que le debe
sumisión, y al Estado como un patrimonio privado, ambos legítimos por
estirpe.”10 Por su parte, los ya mencionados Stefanoni y Do Alto se inclinan
por los factores económico-políticos: “Esta ofensiva autonomista tiene un claro
sustrato económico: desde los años setenta, la economía cruceña fue
acrecentando su importancia en el producto bruto interno (PBI) boliviano, y, en
la actualidad, sus actividades económicas presentan mayor dinamismo,
vinculación comercial y renovación técnica que otras regiones del país (…).
Pero también existe un sustrato político: la crisis de 2003 prácticamente expulsó
a la elites cruceñas del poder central, hecho que se vincula a la profunda
crisis de los partidos que representan sus intereses y albergan a varios de sus
representantes entre su dirigencia, lo que conllevó un atrincheramiento en lo
local para preservarse ante la nueva hegemonía indígena-popular en el ámbito
nacional.”11 Mientras que Oscar R.
Cardozo arriesga que el objetivo final de la revuelta autonomista es la
secesión: “(Los autonomistas) Buscan controlar gas y petróleo, manejar sus
regalías, armar una Justicia independiente de La Paz y una fuerza policial
propia que le daría a esa zona un poder de fuego autónomo del gobierno central.
Y aunque se cuiden de gritarlo a voz en cuello está el intento de desposeer al
occidente boliviano, más pobre y poblado por esa mayoría indígena que muchos en
el oriente desprecian. En la visión de hombres como el prefecto cruceño, Rubén
Costas -adalid de la autonomía-, hay visiones de una aduana y control
inmigratorio interior. En otras palabras, una secesión en los hechos.”12
EL PATIO TRASERO DE UNOS, LA PATRIA GRANDE DE OTROS
Truncadas las posibilidades de
influir en las decisiones de primer orden de gobierno, los diplomáticos
estadounidenses pasaron a cumplir el papel coordinadores y financistas de la
oposición. La designación como embajador en La Paz de Philip Goldberg,
especialista en procesos secesionistas (como puede comprobar su performance en
Los Balcanes) levantó justificadas sospechas en el gobierno boliviano. Las
sospechas se hicieron realidad durante el levantamiento autonomista de agosto-septiembre
último y en esas circunstancias Evo Morales tomó la decisión histórica de echar
a Goldberg del país. Como respuesta, Bush ha retirado toda colaboración
económica para Bolivia y lo ha incluido en la lista de naciones que colaboran
con el narcotráfico.
Stella Calloni
detalla la estrategia que lleva a cabo el Departamento de Estado para
esmerilar los procesos políticos que no son de su agrado en países de su
interés: “Los últimos acontecimientos en Bolivia fueron nada más y nada menos
que la crónica de un “golpe soft” (suave y no por eso menos violento) anunciado
desde hace tiempo, y parte del esquema de la contrainsurgente Guerra de Baja
Intensidad (GBI) a la que estamos sometidos todos los países de América Latina
y el Caribe. Todo esto en los diseños remozados de la actual Doctrina de
Seguridad Nacional de Estados Unidos y los esquemas de la Seguridad
Hemisférica. (…) Las acciones del “golpe suave” están dirigidas a varios
frentes: “ablandar” a un gobierno, atacándolo en forma cotidiana, distribuyendo
información falsa, rumores, desacreditando no sólo política sino personalmente
a los presidentes y funcionarios hasta extremos de una perversidad asombrosa.
Es la “guerra psicológica”. Deslegitimar, degradar al blanco elegido, “matarlo
civilmente”, son acciones cotidianas.”13
El hecho novedoso en este proceso no
ha sido el papel de los Estados Unidos sino el de los países de Sudamérica, que
agrupados en la UNASUR, se reunieron de urgencia en Santiago de Chile para
tratar la situación de violencia en Bolivia y emitir un comunicado sin parangón
en la historia de la región en defensa de las autoridades nacionales
democráticamente electas y en condena a cualquier intento de desestabilización institucional o de
desintegración territorial. Mario Wanfield entiende que “las apetencias
destituyentes de la derecha boliviana podrían convertir a la región, no sólo a
su sufrida patria, en un polvorín. Pondría en jaque (acaso en jaque mate) a la
perspectiva de integración energética racional, desataría reacciones
proporcionales y podría producir flujos emigratorios inmensos a países
limítrofes. (…) Un ataque minoritario contra Bolivia, clasista, divisionista,
con lazos en el exterior, es una apuesta regresiva de consecuencias
impredecibles (para la región).”14 Por su parte, la profesora María Esperanza
Casullo remata: “Si cae el gobierno de Evo, se abre un panorama temible para el
avance y la profundización democrática en la región. Porque en el caso de Evo,
su caída no estaría causada por su fracaso, sino por su éxito.” 15
LO QUE VIENE, LO QUE VIENE…
La fuerza de los votos y el rotundo
apoyo de la naciones hermanas del pueblo boliviano han conseguido abortar el
último y más explicito intento de golpe de Estado en Bolivia. El salto hacia
delante que esto significó para el gobierno de Evo incluye la aprobación por
parte del Congreso de la convocatoria al referéndum popular que deberá dar el
visto bueno a la nueva Constitución que refundará Bolivia sobre nuevas bases.
Acontecimiento que saldará una de las demandas surgidas en aquella ‘agenda de
Octubre’, cuando las organizaciones sociales echaron a correr la revolución.
De todas formas, los sectores
privilegiados que cuentan con la venia de los Estados Unidos y con un apoyo
popular considerable en algunos departamentos del oriente no cesarán en su
hostigamiento a esta revolución democrática que llevan a cabo los eternos
olvidados de Bolivia. El futuro que se vislumbra para el país más pobre de
Sudamérica parece estar sembrado de violencia fraticida. Por eso, la viabilidad
del proceso dependerá más que nunca de la unidad del campo popular y del apoyo
absoluto de los países hermanos. Y por supuesto, de la continuidad del apego
irrestricto a la democracia que han mostrado hasta el momento las fuerzas armadas
bolivianas, lealtad que ha sido alimentada por el presidente Morales al
involucrar a los militares en el proceso de nacionalización de los recursos
naturales. La oposición buscará romper este bloque que hasta hoy se ha mostrado
inquebrantable. Gilly no se muestra del todo
optimista con respecto al futuro inmediato: “En este terreno, el de una
revolución cuyos hacedores y protagonistas no están dispuestos a dejársela
arrebatar ni a negociarla cualesquiera sean el costo y la violencia que los
terratenientes y los racistas impongan, están los enfrentamientos en Bolivia.
Tal vez la salida no sea inmediata.”16 O’ Donnell matiza la situación: “Pero
queda un lugarcito para el optimismo. Santa Cruz no se va a independizar, entre
otras cosas, porque los paceños se consideran bolivianos. Autónomos, pero
bolivianos. El acuerdo tiene que llegar, tarde o temprano, con más o menos
sangre derramada.”17 El repaso de la historia latinoamericana no deja mucho
espacio para las esperanzas de que este nuevo proceso de cambio que vive un
país de la región no sufra nuevos embates violentos de los sectores que hoy
pierden sus privilegios. Estas enseñanzas del pasado son las que parecen haber
entendido los líderes de la región y el propio pueblo boliviano.
ALEJANDRO OBEID (2009)
1 Martín Sivak; “Jefazo. Retrato íntimo de Evo Morales”;
Debate; Bs. As.; 2008; pág 109.
2 Adolfo Gilly; “Racismo, dominación y revolución en
Bolivia”; La Jornada; México D.F; 22-09-08.
3 Martín Sivak; “Jefazo. Retrato íntimo de Evo Morales”;
Debate; Bs. As.; 2008; pág 160-161.
4 Pablo Stefanoni-Hervé Do Alto; “La Revolución de Evo
Morales. De la Coca al palacio”; Capital Intelectual. colección: claves para
todos; Bs. As.; 2006.
5 Martín Sivak; “Jefazo. Retrato íntimo de Evo Morales”;
Debate; Bs. As.; 2008; pág 303.
6 Raúl Zibechi; “Bolivia: El día después del referendo”;
La Jornada; México D.F; 08-08
7 Raúl Zibechi; “Bolivia: El día después del referendo”;
La Jornada; México D.F; 08-08
8 Santiago O’Donnell; Página12; Bs. As.; 14-09-08.
9 Sandra Russo; Página12; Bs. As.; 15-09-08.
10 Ximena Soruco; “El conflicto desnuda el colonialismo
en Bolivia”; Agencia Periodística del Mercosur; 26-09-08.
11 Pablo Stefanoni-Hervé Do Alto; “La Revolución de Evo
Morales. De la Coca al palacio”; Capital Intelectual. colección: claves para todos;
Bs. As.; 2006.
12 Stella Calloni; Bolivia y los nuevos golpes de
Estado”; La Jornada; México D.F; 07-09-08.
13 Oscar Raúl Cardozo; “Un futuro complicado y cargado de
tensiones”; Clarín; Bs. As., 06-05-08.
14 Mario Wainfield; “Los aliados contra el golpe”; Página
12; Bs. As.; 12-09-08;
15 María Esperanza Casullo; “Bolivia en el tablero de
ajedrez”; labarbarie.com.ar; Bs. As.; 16-09-08.
16Adolfo Gilly; “Racismo, dominación y revolución en
Bolivia”; La Jornada; México D.F; 22-09-08.
17 Santiago O’Donnell; “Vox Dei”; Página 12; 21-09-08.
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